Título original: Maniac of New York #1
Editorial: Aftershock
Año: 2021
Guion: Elliott Kalan
Dibujo: Andrea Mutti
Grado: B
Reseña: Hugo C
Hace ya más de 30 años –por Crom, cómo se va la vida– se estrenó una película llamada Friday the 13th pt. VIII: Jason Takes Manhattan (1989). En ella, Jason Voorhees persigue a un menguante grupete de adolescentes que va de viaje de egresados a la Gran Manzana. Son "adolescentes" entre comillas, como los de Dawson's Creek o la hija de Liam Neeson en Taken (2008), que termina la preparatoria a sus 30 años. Como sea, lo importante aquí es que eventualmente Jason llega a New York y más allá de tomar el subte –sin matar a ningún pasajero– y pasear por el alcantarillado, no hace nada que sea digno de mención. Para ser una película cuyo título es "Jason toma Manhattan", termina resultando bastante decepcionante. Claro que si la titulaban "Jason toma el subte y no mata a ningún pasajero" posiblemente no le hubiese ido muy bien en la taquilla.
Para la siguiente entrega Jason está de regreso en su amado Crystal Lake, pero… ¿y si se hubiese quedado en New York? Ésa es básicamente la premisa de Maniac of New York, la nueva miniserie de Aftershock con guion de Elliott Kalan y dibujitos de Andrea Mutti.
En 2016 un asesino enmascarado toma por asalto las calles de New York y comienza a matar indiscriminadamente. A diferencia de Jason Voorhees, que suele ir matando de a uno o de a dos por vez –para que así la película no dure lo mismo que un corto de la Pantera Rosa–, Harry mata de a cuatro, de a diez, de a veinte o de a cuarenta a la vez. (Al comenzar el cómic, su conteo de cadáveres es de 493 y en aumento.) Como Jason, Harry es inhumano, imposible de matar o de detener. Así que eventualmente los neoyorquinos se terminan por acostumbrar a la situación, y salen cada día de sus casas sin saber si van a regresar. La TV no sólo pronostica el estado del tiempo y el tránsito sino la posibilidad de toparse con el monstruo camino a la oficina. Las autoridades locales no hacen mucho, y recién en 2020 (!) se establece una fuerza de tareas para que se ocupe del asunto. Se trata de una fuerza compuesta en un principio por una única persona, una empleada municipal llamada Gina Greene, quien ni siquiera cuenta con una oficina decente y es básicamente un cero a la izquierda.
Para ir redondeando: Greene no es una karateca invencible o una militar retirada o alguien dotada de increíbles poderes telekinéticos o algo así. Simplemente obtuvo el trabajo porque fue la única persona que lo solicitó. Afortunadamente (?) la ciudad le ha asignado los servicios de una detective, así que serán entonces ellas dos solas quienes tendrán que detener a Harry –quien por supuesto sigue haciendo de las suyas– sin contar con la más mínima ayuda o simpatía de la municipalidad o de la policía. La única pista con la que cuentan es que hay una pequeña área de la ciudad en la que hasta el momento Harry no ha matado a nadie.
Asimismo, hay un par de argumentos secundarios que le dan un poco de color al guiso. Por un lado, la detective Pettibone gusta de empinar el codo y no es precisamente popular entre sus colegas, aparentemente por algo relacionado con Asuntos Internos que ya veremos si se irá contando en las siguientes entregas. Por el otro, Greene tiene su propia agenda: vengar a su noviecito de la adolescencia, quien según ella fue la primera víctima de Harry cuando ambos eran consejeros en un campamento en Crystal…, digo, Glasswater Lake. ¿Cómo es que él murió y ella sobrevivió? Misterio. En caso de encontrarse con el asesino imparable, ¿intentará matarlo con una engrapadora? Continuará.
El arte de Andrea Mutti es por momentos más bien cutre y descuidado, pero por eso mismo resulta adecuado al tema y sirve tanto para un roto como para un descosido. En este caso plantea una atmósfera que mezcla Hill Street Blues con las películas de Freddy Krueger. Técnicamente, en algunas páginas es como si el cómic no hubiera ido más allá del abocetado, pero el color (también de Mutti) salva los errores o incompletudes que hubieran merecido un poco más de atención. Así son las cosas con Mutti y hay que tomar las duras junto a las maduras.
Este primer número comienza con una masacre en Times Square –la noche de Año Nuevo, con un saldo de 85 muertos y 33 heridos– y termina con los primeros momentos de una masacre en el subte, justamente en el día en el que el intendente ha inaugurado un nuevo servicio automático, una suerte de "subte fantástico" que no requiere de la mano humana. Cierran el número algunos recortes: la reseña de un libro sobre la masacre de Times Square, una nota de un periódico acerca del cierre del campamento en Glasswater Lake, un mapa de la ciudad con los lugares de las matanzas de Harry. La cosa promete, pero ya se verá qué pasa en las próximas entregas.