Título original: Godmothered
Año: 2020
Duración: 110 min
País: Estados Unidos
Dirección: Sharon Maguire
Guión: Kari Granlund, Melissa K. Stack
Con: Jillian Bell, Isla Fisher, Jane Curtin
Grado: C
Reseña: Hugo C
¿Qué quieren que les diga? Es gracias a películas como Godmothered (2020) que la televisión sigue siendo la "caja boba". Uf, lo tenía que decir. Godmothered es una película tontuela que estira un concepto interesante y termina haciéndolo tedioso. Aún así, si no tienen otra cosa con que distraer a los críos, la recomiendo –con reservas. Ahora que con la pandemia las salas cinematográficas han dejado de existir, se la puede encontrar en Disney+ y en ciertos recónditos y torrentosos rincones de Internet.
Hete aquí que los cráneos de Disney, que últimamente no dan pie con bola, dijeron: "pongámosle un hada madrina a una mujer contemporánea, autosuficiente, con dos hijas, a ver qué sucede. Sin duda será desopilante." Pues no. ¿Risas a granel? Menos. Así, de una, da para un par de situaciones más o menos graciosas, que serían similares a lo que sucedería si esta Navidad, a mis 54 años, Papá Noel se apersonara en mi puerta trayéndome el peluche que le pedí cuando iba al preescolar.
En el mundo de Godmothered, hace décadas que las hadas madrinas han dejado de ayudar a los seres humanos y la escuelita donde se las adoctrina está a punto de cerrar. Eleanor (Jillian Bell), la recluta más reciente, se escabulle en el depósito de correspondencia y encuentra una cartita en la que una niña –que sin duda habrá visto demasiadas películas de Disney– pide ayuda. Ni corta ni perezosa, Eleanor empaca su varita mágica y su libro de hechizos y parte a la ciudad, a buscar a la niña, que se llama Mackenzie y hace mucho, mucho tiempo que dejó la infancia. Mucho, pero mucho tiempo. Mucho mucho mucho mucho. Mucho.
La película es totalmente previsible. Marca todos los casilleros que corresponden a los lugares comunes del género "pez fuera del agua", y, para peor, nos los refriega en la cara para que no nos quede duda alguna. Eleanor cree que hay un espíritu dentro del celular, no entiende el concepto de "liberación femenina" y por supuesto que se sorprende cuando la recoge una señora que maneja un camión. A pesar de ver con sus propios ojos cómo es la arquitectura moderna y cómo están decorados los interiores en la actualidad, insiste en decorar la casa de Mackenzie (Isla Fisher) como si fuera la sucursal local del Palacio de Versalles. No conoce el valor del dinero; cuando le dan unos billetes para comprar comida, se los lleva a la boca. Y como no podía ser de otra manera, es extremadamente torpe y casi no hay conjuro que le salga bien (excepto cuando conviene para forzar alguna situación "humorística"). Afortunadamente su hada instructora no vio Doctor Strange (2016), de lo contrario la pobre recluta hubiera muerto congelada en lo más alto de los Himalayas.
Y por supuesto, Mackenzie no cree que Eleanor sea realmente un hada y lo primero que hace es llamar a los de seguridad para que se la lleven de las pestañas. No es para menos: alguien que va por la vida con una permanente cara de feliz cumpleaños seguramente no tiene todos los caramelos en el frasco. Aún así, eventualmente termina por creerle, pero no quiere recibir ayuda. Como es de suponer, el hada la ayuda de todos modos, aunque lo hace basándose en un manual escrito para ayudar a gente del siglo XII como Cenicienta o la Bella Durmiente, lo que nos lleva a un desfile de situaciones "a lo Disney" que tal vez hayan parecido interesantes en papel, pero pasadas a celuloide aburren e incluso indignan.
Eventualmente Mackenzie termina haciéndole ojitos a un compañero de trabajo, que se llama Hugh Prince. Prince, príncipe, ¿captan? Además del romance gratuito y obligatorio –no hacía falta, realmente, no se hubieran molestado– hay una subtrama que gira alrededor del trabajo de Mackenzie en una emisora local, otra acerca de la hija mayor de Mackenzie que quiere tocar la guitarra pero es tímida, etcétera. Suena entretenido, ¿verdad? Lamentablemente no lo es tanto como creen los guionistas.
Realmente, ¿era necesario hacer esta película? No debe ser fácil estrujarse la sesera en busca de algo que no trate de zombis o superhéroes, pero qué sé yo, para hacer algo tan ñoño y simplón, mejor se hubiesen dedicado a la confección artesanal de mandalas o de muñequitos de cerámica sin horno. Tal vez alguien diga que no es para tanto, que seguramente Godmothered es una película para niños y no para señores de más de 50 años. En ese caso, respondo que las buenas películas de Disney son para todas las edades. Las malas, sólo para niños no demasiado avispados.
El otro día estuve viendo Bambi (1942), que es una película de cuando el planeta aún no había terminado de enfriarse, y sin embargo aún se sostiene y aún emociona. Godmothered, por otro lado, quedó obsoleta ni bien la terminaron de compaginar. No la recomiendo para ponérsela delante a niños inquietos o revoltosos, ya que de puro hastiados terminarán prendiéndole fuego al televisor. Sí la recomiendo para aquellos adultos que padecen de insomnio, ya que no creo que duren más de 10 minutos delante de la pantalla sin caer fulminados. Si aún así deciden dejar que los pequeñines la vean, traten de que sea por única vez, ya que la repetida exposición a esta película podría causarles un daño cerebral irreparable.